No, no trata de ningún consejero autonómico, aunque bien podría... Ahora que me marcho unos días (de trabajo) a Oxford, se me ha ocurrido colgar un viejo cuento en honor a C.S. Lewis. No menciono el título del libro del que está tomado el guiño porque sería desvelar la clave, ya bastante obvia, supongo.
IL CONSIGLIERE
A la memoria de C.S.Lewis,
enemigo de mis amigos,
y sin embargo amigo.
Hombre,
yo en tu lugar me quedaría un poco más. No haces daño a nadie. Es más, puedes
hacer un gran daño a tu salud si a tan temprana edad empiezas ya con excesos.
Piensa en tus ojeras. No es normal que a tus años tengas ya esas ojeras. Has de
cuidarte, porque eres lo mejor que tienes, lo mejor (¿por qué no?) que existe
en este cochino mundo (¿tú crees que he forzado aquí? Ya, tienes razón. Eso
siempre funciona, pero conviene ser más sutil.)
Bueno,
no había más remedio, porque hay que trabajar, pero llegará un día en que esa
quiniela caerá de una vez, o la bonoloto, o, qué hum... qué dia... qué coño,
quizá algún día se te hinchen las narices y pegues el gran golpe en la oficina.
Ya sabes los puntos débiles (Sí, creo que aquí sí que he forzado). En cualquier
caso, esto se acabará pronto, y ese día podrás mandar a la mierda muchas cosas
... y personas. No dependerás de nadie, no tendrás que obedecer a la cretina de
la directora, todo cambiará...
Al
salir de la ducha contémplate un momento más. Qué armonía, que virilidad, qué
potencia... Mejor calidad que cantidad, claro. Ese músculo está mejor formado
que ayer, creo que funciona tu sesión de pesas. Efectivamente, te concedo que
no se puede decir que seas guapo en el sentido clásico del término. Pero eres
atractivo, eres sexy, estás bueno, en una palabra. ¿Quién quiere ser guapo en
plan amariconado, en plan Leonardo Di Caprio? Ya sabes, el hombre y el oso... A
ellas les gusta más tu tipo.
Mira,
una cosa está clara. Tu madre compra la comida con (e incluso vive de) lo que
tú ganas en el banco –bueno, al menos en parte, eso no te lo niego–, por tanto,
no pasa nada si le dejas la mesa del desayuno un poco despatarrada. Algo tiene
que hacer, si no, se aburrirá como una ostra. Nunca te ha entendido, piensa que
aún se os puede aplicar la mentalidad que tenían en su época, que gracias a ...
por fin se ha superado. No entiende que te dé la real gana de venir a las
tantas de la madrugada, que te diviertas como quieras con tus amigas, y que lo
pases un poco bien con ellas, que bastante tiene la vida de miserable como para
negarse a los pocos momentos de deleite. Son restos de otra época oscura. Por
el momento, deja el desayuno como está, y si no entiende tu manera de vivir
pues es su problema. No puedes tú ir convenciendo a todo el mundo de que tú
actúas a tu aire, de que eres tú mismo, de que no oyes consejos de nadie.
Hace
un frío considerable, o sea que creo que está justificado que blasfemes un
poco, o al menos un juramento, hombre. Por ahí pasa Florencio, en su Ibiza.
¿Qué se pensará, el maricón de él? Quizá se mofa de ti porque estés esperando
la cola del bus, mientras que él... Miserable. Podría haber parado, que seguro
que te ha visto. Si es que hay cada hijoputa suelto por ahí. Tú sí que hubieras
parado. Tú no eres de los que se las dan de que valen porque tengan un puto
Ibiza que le ha comprado su papi. Tú te lo curras. Tú eres de la base, eres un
self-made-man, no eres un parásito.
Bueno,
ya vale de empujar, so jilipollas. Ese tío es un auténtico jilipollas. Un
vejestorio, que tiene prisa por subir, no sea que le dejen en tierra. Lo que te
aconsejo es que te quedes un momento parado haciendo resistencia. Lo puedes
hacer, pues estás fuerte como un toro. Menudo asfixiao, se va a enterar. Bueno,
a ti que no te aprieten, que ya la vida es suficientemente perra como para que
te angustien los vejestorios, que además están viviendo de lo que vosotros
curráis. Hombre, ya sé que ellos curraron en otro tiempo, pero ¿quién te dice a
ti que eso fue así de claro? No estaríamos con la crisis y el desempleo juvenil
y demás gaitas si hubieran dado el callo en su momento, ¿no? Pues entonces.
Estas
dos chicas que están de pie vienen a por ti, ¿lo ves? No es casualidad que se
hayan plantado justo en torno a tu asiento. Les gustas. Ya te dije que eres un
tío sexy. Míralas cómo fingen, qué apariencia de eventualidad. Como si no las
conocieras. Qué reojos. Sí, haced que habláis de cosas muy interesantes, que ya
nos conocemos. Estas quinceañeras son todas iguales, se enamoran a primera
vista del primer joven apuesto y atractivo y resultón que se les pone en su
camino.
Mira,
eso de las viejecitas tiene mucho de mito. Algunas están fuertes como robles y
se aprovechan de esos supuestos derechos adquiridos de la ancianidad, y de la
mentalidad de épocas obsoletas. Además, tú estás muy bien ahí, hoy no has
dormido del todo bien. Además, aún te queda un trecho andando hasta el banco, y
hay que ir descansado.
El
reflejo del escaparate servirá. Hombre, el problema de tus vaqueros es que no
son de marca. Si no, quizá las niñas se fijarían más. Ojo, no quiero decir con
esto que no se fijen, pero invirtiendo un poco más en moda, serías atómico. Y
tu corte de pelo es un poco carca, si entiendes lo que quiero decir. Una buena
peluquería de estas tipo Llongueras te daría el look óptimo. Hazme caso, aunque
haya que gastar un poco más.
Lo
que no me parece bien es que te gastes los duros, con lo que te cuesta ganarlo,
en responder a las mendicidades de viejas como ésta de la plaza. La mayoría son
estafadoras, recuerda la historia de aquella que tenía escondido en la cocina
de su chabola un millón de pesetas. Mucho aprovechado, eso es lo que hay.
Seguro que estudian y ensayan toda la parafernalia de que si “por amor de...
del cielo, una limosnita a una pobre inválida”. Que trabaje en algo, qué coño.
Hay que tener mil ojos, amigo, que si no te embauca cualquiera.
No
te comas más el coco. Ese pobre chico necesitaba el dinero. No, no es cuestión
de que tuviera medio metro más que tú, es que realmente tenía que coger el
autobús a su ciudad natal, tú ya sabes distinguir cuando alguien te miente o
no. ¿Que vaya espaldas? Tampoco te agobies, seguro que ese tío le ha echado
horas al gimnasio, y tu no tienes tiempo para estar tan pendiente de tu cuerpo.
Ya sabes, sangre que riega músculo, no riega cabeza. Lo tuyo es cultivar el
intelecto. No me digas que abandonaste la carrera a la mitad, hoy en día lo
importante es conseguir trabajo cuanto antes, y tú ya lo tienes, aunque sea por
seis meses. Ahí has demostrado que tienes cabeza, y no como esos niños de papá,
esos pijos de mierda, que se matriculan en derecho o en empresariales para seguir
dependiendo del sustento paterno y no plantearse responsabilidades laborales.
Tú demostraste cabeza. Ya tendrás tiempo de estudiar, si quieres. En el futuro.
Por
fin, ya llegas al banco. Este viajecito es pesado para hacerlo todos los días,
yo no aguantaría tanto como tú. Y además, no te reconocen lo que vales ¿verdad?
Como ayer, cuando vino ese cliente a la ventanilla de Noelia, y ella se armó un
taco alucinante con lo de la domiciliación de la cuenta y que si el ordenador
no respondía. Y claro, es que no tiene ni puta idea de manejarlo. Pero tú
estuviste bien, “¿puedo ayudarte en algo?”, educado y a la vez un pelín
irónico, insinuando lo inútil que es, y en dos patadas se lo resolviste. Si
supiera manejar el ordenador como tú. Y luego se da esas ínfulas. Lo dicho, que
yo creo que no te valoran lo suficiente, total, porque estamos en el país de
los envidiosos, y en cuanto uno destaca porque sabe hacer bien su trabajo, y
porque es simpático con los clientes, y porque la gente prefiere hacer cola en la
ventanilla de uno, pues eso, que los demás no lo aprecian y empiezan a
murmurar, y a encontrar fallos en las cosas más menudas e intrascendentes.
Pues
nada, a trabajar, pero tampoco te mates, que para lo que te pagan no es justo.
Lo suficiente para que te vean y te puedan renovar el contrato en prácticas.
Piensa que esto durará poco, porque la quiniela cae, te lo aseguro. ¿Cuando te
he engañado yo a ti?
Y,
ya sabes. Si te hago falta, aquí estoy, a tu lado, para lo que necesites.
Final feliz (opcional)
–Tío,
la cosa se ha puesto fea. De repente se ha cortado la comunicación. No sé qué
humanos ha podido pasar.
–Veamos.
Descríbeme un poco la situación, sobrino.
–Verás,
la mañana ha sido de lo más fructífera. Mi cliente ha respondido con diligencia
a casi todos mis consejos, y ha mostrado una pericia ejemplar en el ejercicio
de las virtudes que yo le he de inculcar. No ha habido una sola de las siete
virtudes capitales que no haya ejercitado desde que se levantó hasta media
tarde. Y sin embargo...
–¿Sí?
–Sin
embargo, a eso de la media tarde, después de animarle a descansar del estrés al
tiempo que a ampliar su conocimiento de la actualidad cultural con la lectura
meditada del último número de Man,
y tras su virtuosa respuesta, he empezado a notar unas interferencias
progresivas. No oía nada, pero le vi rascarse la frente inquieto. Al final,
tiró la revista y salió a la calle. De pronto se metió en un edificio, y ahí
las interferencias se convirtieron en desconexión total. Desde entonces, no
puedo transmitir ni recibir. Es terrible, con lo bien que lo estaba haciendo,
¿no, tío Escrutapio?
–¿Qué
clase de edificio era ése, sobrino?
–Pues,
ahora que lo pienso, tenía todo el aspecto de ser una O.P.E. Ya sabes que aún
no estoy muy familiarizado...
–¿Una
O.P.E.? Ya, entiendo. Imposible de traspasar. Yo nunca he sido capaz de
interferir cuando el Enemigo quiere desorientar a nuestros clientes. Tu fallo
ha sido no impedir que llegara hasta allí.
Pero
todo se puede arreglar. Veamos...
Por lo que me has contado, parece que no le cae muy bien la tercera
edad, y es verdad que es el sector social donde tenemos menos clientes, pero
los que son resultan fidelísimos. La próxima vez prueba a sugerirle que se
compare con las viejas meapilas que verá en la Oficina Propagandística del
Enemigo, e insinúale que no se mezcle en el tipo de actividades que ellas
practican. Pruébalo, puede dar resultado. De todos modos, te pasaré el CD-ROM
con la base de datos de los cuatro millones, quinientos trece mil y pico
clientes que, según me cuentas, tenían un perfil parecido. Consúltala.
–¿Tú
conociste a su padre, que en paz se pudra?
–Sí,
parecía un cliente fiel, pero al final nos traicionó, bendito sea. Los humanos
no son nada serios, y muy poco coherentes con sus convicciones más profundas.
Son capaces de cambiar, lo cual los hace más despreciables aún. Pero también
más apetecibles, ahora que lo pienso.
–¿Algún
consejo más, tío?
–Prueba
lo que te he dicho. Si falla, estáte atento al siguiente acto de virtud que
cometa. Seguro que ahora se piensa que, por enviciarse una vez, ya puede seguir
así de descaminado toda su vida. Quizá se piensa que es como los esbirros del
Enemigo, descaminados para siempre. Atento a ese momento, puede ser tu oportunidad. Y, sobre
todo, nunca cejes, nunca descanses.
Ay,
estos humanos, qué incoherentes, qué deleznables, qué apetecibles.
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