Ir al contenido principal

FELIZ... LO QUE SEA

En estos días todos estaremos recibiendo inifinidad de felicitaciones, en persona, por email, por carta (a extinguir) o por whatssap. Algunos se limitan a mandar una imagen, sea piadosa o paisajística, a sus numerosos contactos del móvil. El problema es que no siempre es fácil saber qué nos están deseando los respectivos interlocutores colmados de buena intención. Mi empresa hace tiempo que no felicita la Navidad, sino el Año Nuevo. Otros se limitan a felicitar unas fiestas indefinidas, algunos acaso mencionan el solsticio de invierno (incongruentemente, pues nunca cae en 25 dic, sino entre el 20 y 22), y otros se limitan a desearnos que "lo pasemos bien" o "lo mejor posible". Hay colegios que, poco después de celebrar el halloween a todo trapo, mantienen una rigurosa asepsia de símbolos navideños ante las "vacaciones de invierno", esgrimiendo el principio de neutralidad religiosa y de solidaridad con otras sensibilidades.

Es cierto que la Navidad inculturizó una fiesta anterior pre-cristiana, pero también que en occidente llevamos muchos siglos celebrándola como la venida de alguien que cambió la Historia. La alegría que se nos desea proviene de creer en una providencia que nos acompaña en nuestro caminar por este valle de lágrimas. El sentimentalismo dickensiano y el consumismo (también inglés, pero del Corte), que acompañan a la fiesta son corruptelas mucho más recientes.

La Navidad es parte de nuestra herencia cultural, y avergonzarse de ella es avergonzarse de nuestra identidad. Y eso, creo yo, debe de conllevar algún descalabro personal y social.

En fin, dicho esto, me dispongo a compartir con mis amigos, lectores y voyeurs mi felicitación navideña de este año. Ya advertí de que estos días iba a ser un poco monotemático...



¡Feliz Navidad y un 2018 repleto de buenas noticias!


Comentarios

Entradas populares de este blog

¡CATEDRÁTICO!

Muchos me habéis preguntado por ese enigmático toro que iba a lidiar el pasado lunes. Pues bien, se trataba de la prueba del concurso público a catedrático de universidad. Y sí, la pasé con éxito. ¡Alégrate conmigo! Quienes no estéis muy familiarizados con estos procesos quizá os confunda un poco que en la entrada de 24 junio 2022 anunciaba la obtención de la acreditación de catedrático a nivel nacional. Este era el primer paso, quizá el más importante, una condición sine qua non . Pero luego una universidad española debe convocar concurso, y uno debe presentarse, preparar las pruebas y obtener la plaza. Así que lo que ahora celebro es haber llegado al final de este camino. El primer ejercicio de la prueba consistía en defender el propio historial académico, docente e investigador. Hablar de sí no suele resultar muy arduo a un profesor universitario, y menos aún si es escritor. Así que, si me perdonáis que prolongue esa apologia pro vita mea con la que arranqué, compartiré aquí un

La coleta de Pablo Iglesias

Este miércoles 12 de mayo conocimos la gran noticia. Por encima de los tambores de guerra entre Israel y Palestina y los 188 muertos en la ofensiva israelí sobre Gaza; de las decenas de muertos por coronavirus aparecidos en el Ganges; de la explosión en Afganistán que dejó 85 muertos, la mayoría niñas; de la tensión en Nyamar o de los disturbios en Colombia... apareció la gran noticia que todos aguardábamos: Pablo Iglesias se ha cortado la coleta. Incluso quienes hacen de la Igualdad su ariete para derribar fortalezas y murallas acaban demostrándonos que este mundo no es igualitario. Los científicos buscando vacunas, el personal sanitario entregando sus vidas en servicio, los maestros acometiendo día a día esa labor tan ingrata y tan necesaria, los intelectuales buscando nuevas formas de entender el mundo... Incluso cualquier ciudadano normal que vaya a su trabajo o cuide de su familia... Ninguna de estas personas de mérito se gana titulares que sirvan para que la ciudadanía se inspire

Para Gema

ÚNICO “Qué suerte, ser pareja de un poeta”, te dijo aquella dama tan ajena —señorona prematura— durante la aburrida cena de un casorio. “Seguro que te ha escrito centenares de poemas amorosos, ¿a que sí?” “Pues no”, le contestaste, entre franca y divertida. Nos reímos. Nos miramos.   Pasaron las horas, volvimos a casa, y en aquella noche de silencios te aferré en mis brazos, y escribí nuestro único poema publicable.   Gracias por estos veintidós años